De joven profesé de anacoreta.
Yo detestaba el siglo. Hice voto
de ignorarlo por siempre. Y, pronto roto
ese voto, fui profe, no profeta.
Combatí la bacteria Analfabeta,
que hace a un hombre un tonto muy devoto
de un listo que aparenta un terremoto
y no tiene otra dote que su jeta.
Ahora soy un pureta jubilado,
solitario, cerril, medio chiflado,
lector y observador meditabundo.
Cercano siempre y siempre en las afueras,
atento a realidades y a quimeras;
un prójimo lejano de este mundo.
Filed under: Versos |
Deja una respuesta