Esta vez, un romance
de versos heptasílabos;
es decir, una endecha
según libros antiguos.
Sea endecha o desdicha,
sea llanto o regocijo,
o simple ociosidad.
Es verso cantarino
éste de siete sílabas,
este verso que escribo
sin permiso de musas
las del Parnaso altísimo.
*****
Los azares nos traen
a este breve recinto
que llamamos la Tierra.
Y cuando está propincuo
el tiempo de partir,
queremos con ahínco
imprimir nuestra impronta,
patentar que aquí fuimos.
*****
Yo llegué a este planeta
porque la Rosarico
parió un tercer varón;
mientras que su marido,
el Tina, un jornalero,
segaba en un cortijo.
Y me crié muy bien
mientras fui un salvajillo
y bien me defendía
de cualquier enemigo.
Pero luego los curas,
la iglesia, el catecismo
me robaron de casa,
me hicieron un bendito.
Bien me costó volver
a lo que era al principio:
un salvaje, ya a salvo
de santos desatinos.
A ver… Tampoco es eso.
Si me libré del Libro,
caí de lleno en
la magia de los libros.
He sido profesor,
el más hermoso oficio,
he sido padre, esposo.
Lo sigo siendo, sigo
amando a los que amé.
*****
Desde el dulce retiro
a que lleva la edad,
con el mismo amor miro
hacia atrás, al presente
y hacia el fin que mi sino,
sin dejarme leerlo,
me tiene ya prescrito.
O no. Página en blanco,
o quizá un cuadernillo,
queda por escribir,
puesto que sigo vivo.
Romance endecha, tú
serás de mí testigo.
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