—¿Cuántos años tienes?
—Tantos que no sabría ponerles una cifra.
—¿Te ha dolido alguna vez una muela o un diente?
—Durante nueve días me dolió —a saber dónde lo habría clavado— el colmillo derecho. Ahora, como puedes ver, lo tengo de titanio. Pero sólo lo clavo en la torrija del desayuno.
—¿Qué deseo tuyo —irrealizado o irrealizable— ha sido el más persistente y obsesivo?
—Pregúntame acerca de hechos, de objetos o de opiniones, no acerca de esa niebla de las que están hechos los sueños.
—¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?
—Esa ha sido también una pregunta torpe. La felicidad nunca dura un día, sino un instante. Y siempre el instante presente es el más feliz, porque contiene, como base en la que se asienta, todos los instantes felices y todos los instantes desgraciados que lo precedieron.
—Cuál defecto de fábrica te parece mayor en el ser humano?
—La tendencia a la confusión interesada: yo quiero que éste, ésta o esto sea así: pues enseguida adapto mi visión a ese deseo; y nadie ni nada me apeará del burro. Mirar la realidad tal cual, desnuda de los ropajes con los que la vestimos, es una práctica poco frecuente. Desde que empezamos a abrir los ojos a la vida, nuestros mayores nos van enseñando a edulcorarla y adulterarla para hacerla más soportable o menos dura.
—¿Cómo ves el momento actual, en España, en Europa, en el mundo, crees que los grandes problemas se irán arreglando?
—Según mi currículum, mis opiniones sobre temas de tanta envergadura no valen un comino; pero intentaré resumirlas. España sigue instalada en el guerracivilismo. Seguimos dividiéndola en buenos y malos, en los nuestros y los otros, en progres y carcas, en comunistas y liberales o en decentes e indecentes. Europa está en riesgo de desmoronarse, lo cual sería fatal para todo el mundo. Sin una Europa fuerte, cohesionada y basada en los valores en los que se cimentó la Unión, el mundo será seguramente más inhóspito y peligroso. Y preguntar por el mundo es preguntar por la especie humana. ¿Qué más daría que esta bolita del universo tuviera mejor o peor aspecto una vez borrada de ella la especie humana? ¿Y eso podría ocurrir? ¡Claro, podría! Incluso es seguro que así será más tarde o más temprano. Además, nuestra especie ya ha empezado la búsqueda para colonizar otro planeta u otros planetas. Una especie, la nuestra, que tampoco sabemos cómo evolucionará. Ojalá esté a punto de iniciar una etapa de apertura al universo, y de desarrollo de posibilidades biológicas y mentales insospechadas.
—Terrorismo y refugiados.
—Son dos cuestiones muy diferentes, no una. Una persona —o un millón— que huye de una tierra quemada por la guerra, la barbarie y la devastación, tiene el derecho de ser socorrida, lo cual implica la obligación de ayudar para quienes tienen esa posibilidad. El terrorismo es una plaga basada en la deformación de la realidad a la que aludía al principio. El terrorista, antes de su acto criminal, ha despojado de valor, en su mundo mental, la vida de sus víctimas. En cuanto al aumento actual de terroristas en algunas poblaciones musulmanas, la causa principal, probablemente, sea el mantenimiento de la religión islámica en presupuestos ideológicos propios de los tiempos medievales en los que se fundó. Tendría que experimentar una adaptación a los tiempos actuales. Pero hay otras causas. Para mencionar una de ellas, voy a citar un artículo periodístico de ayer, en El País, una columna de M. A. Bastenier:
los musulmanes residentes incluso de larga data en nuestros países, inocentes en su gran mayoría de cualquier debilidad ante el fanatismo criminal, en la medida en que son objeto del trato como mínimo entre receloso e insultante de sus vecinos corren el riesgo de convertirse en masa de maniobra del terror. Y no hace falta para ello que se afilien a ISIS, simplemente con que pierdan interés en europeizarse, creer y servir a la sociedad en la que viven, basta para que el islamismo criminal avance sobre el terreno.
—¿Temes ahora a la muerte más que cuando eras joven?
—Todos tememos a la muerte cuando vemos nuestra vida amenazada, independientemente de la edad que tengamos. Y la vejez no es una amenaza, es parte de un proceso lógico y biológico, y parte de la vida por tanto.
—Última pregunta: ¿qué libro estás leyendo?
—Estoy leyendo el libro de mi quinto —nacimos el mismo año (respondo a la primera pregunta en la última)— Pérez-Reverte Hombres buenos, que me está encantando. Y ahora mismo voy a retomarlo.
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