Cuando el leve violín de Ana Sofía
alza los leves trinos de Amadeo,
subo de la tristeza a la alegría,
me alejo de lo ruin, lo sucio y feo,
llego al cielo por vía de armonía
y me bendice un Dios en el que creo.
Y todo, hasta la pena más oscura,
se convierte en angélica hermosura.
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