No hables más de lo justo y necesario.
No te importe que diga tu vecino
que eres serio como un feo asesino
y triste como un cristo en el calvario.
No hables más de lo justo y necesario.
No hables más, ni siquiera cuando el vino
te invite a sonreírle a tu destino,
más bohemio y rebelde que gregario.
Huye la voz banal, y deja escrita
la palabra medida y sopesada
que ni el público aplauso necesita
ni teme ser de todos condenada.
Ajena de si agrada o de si irrita,
te dice a ti, un hombre, casi nada.
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