Un refranillo que seguramente se acuñó en tiempos de más penuria que los actuales dictamina que «semos lo que comemos». Es muy importante lo que comemos, ciertamente, y lo que bebemos, pero insisto: somos lo que recordamos.
Lo que recordamos no solo con la memoria intelectual. Cada una de nuestras células, cada uno de nuestros órganos recuerda; y en función del recuerdo que tiene de su función, realiza su función, válgame la enorme rebuznancia.
Claro que la parte de la memoria que sentimos como más nuestra, como más específicamente humana, es la memoria intelectual. La de todos esos recuerdos que podemos contarnos o contar a un interlocutor con nuestro discurso verbal, oral o escrito.
Estamos a comienzo de curso. Se escribe y se habla mucho, en estos días, acerca de las carencias y necesidades de nuestro sistema educativo. Pues bien, el que estas líneas firma quiere hacer hincapié en la importancia del continuo ejercicio de la memoria en la vida escolar o académica.
Lamentablemente, hay maestros, profesores, libros de texto, apuntes, que más parecen destinados a torturar con la memoria que a ayudar en las acciones de la misma. Son la excepción.
Un buen profesor ayuda siempre a sedimentar en la memoria probos conocimientos. Lo mismo que un buen libro, un buen poema, un buen proverbio.
Pero no únicamente quienes están en edad de ser alumnos de alguna disciplina académica («disciplina»: lo que aprenden los discípulos) tienen que mantener despierta y activa su memoria. Ello es totalmente necesario en todas las edades de la vida. También los que estamos en la otra punta del ciclo vital debemos mantener atenta y ejerciente nuestra memoria. Tanto para no olvidar —aunque también el olvido puede ser sano, incluso terapéutico— como para adquirir nuevos contenidos. Si en aquellos tiempos lejanos de nuestra adolescencia aprendimos muchas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer —y todavía las recordamos con satisfacción—, ¿por qué no aprender ahora, como un juego de personas mayores, algunos poemas de Emily Dickinson, a ser posible en el idioma en que fueron escritos? Sintámonos jóvenes y estudiantes también en la tercera edad.
Recuerda: eres lo que recuerdas.
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