Un cocodrilo del Nilo
se quiso comer a un pato:
«A ese pato me lo mato».
Después, con mucho sigilo
—ay Dios, tengo el alma en vilo—
se puso a babor del ave:
«Como a éste yo le clave
el diente, no se me escapa
así lo mandara el Papa».
—¿Y lo atrapó? —No se sabe.
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