Pues el sueño no viene, venga el trago.
El día ha sido bueno; y la velada,
vivida con sosiego. Así que nada
falta o sobra; y apruebo lo que hago.
Mas la mente parece que a un rey mago
espera, o la visita de algún hada
que la encienda y la ascienda, transportada
a donde su labor reciba el pago.
Y en tanto que la mente se entretiene
proyectando su vista en noche oscura,
la copa viene y va, y otra vez viene.
Por fin surge una voz, cercana, pura:
«¡Para el vaso, no sea que te envenene!
¡Tú a lo tuyo, a la literatura!»
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