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Cosas pequeñas

De mi cartera de profe, ya reducida a cartera de material de lectoescritura, saco un objeto de reducidas dimensiones: ¿un llavero?

Para mí va a ser solamente el recuerdo de un amigo, el amigo que hizo este objeto —lo terminó delante de mí— y me lo dio. Ya digo lo que es: una bola hecha de cordón bicolor, del tamaño de un fruto (piña o gálbula se llama) del ciprés, o poco más. Evidentemente está hecha con un solo trozo de cordón, uno de cuyos extremos ha quedado en el interior de la bola, mientras el otro sale y sirve para formar la anilla que lo convierte en colgante o llavero.

Yo ahora utilizo un clip para hacer que quede pendiente en un lugar bien visible de mi estudio, donde, cada vez que lo mire, me recordará a mi amigo.

Tengo que reconocer que yo he sido siempre una nulidad absoluta para las manualidades, mientras mi amigo es, lo ha sido siempre, un auténtico manitas (aparte de tener otras muchas cualidades).

Aunque no para todo he sido un negado. Una cosa he sabido hacer con las manos: redactar un texto breve. Que siempre escribo «a mano»; sólo en su puesta en limpio utilizo el ordenador (antiguamente, la máquina de escribir).

Así que, a estas alturas de mi vida, he acumulado un buen montón de bolitas o llaveros o colgantes o dijes como el de mi amigo. Otros muchos los he extraviado o eliminado o enviado (qué tiempos aquéllos, los de continuo envío de cartas de papel en sobres de papel).

En los últimos años me ha ido escaseando la inspiración (el entusiasmo es la palabra etimológicamente exacta) para escribir poemas, verdaderos poemas. Carencia que me ha ido desviando hacia la pirueta verbal en verso, el juego de prestidigitación con las reglas de la métrica, la niñería del adulto, o el juicio adusto convertido en mínimo estallido de pirotecnia.

Y está claro que, por esa deriva, la décima (quién no memorizó alguna en sus años infantiles y todavía no la ha olvidado) me ofreció gratuitamente sus servicios.

Así que ayer recolecté unas cuantas (161) y las coloqué en un mismo archivo o cuaderno, que se puede ver en este blog pulsando la pestaña de «Versos».

Muchas de esas décimas, es cierto, han ido apareciendo diseminadas en esta ventana, pero no todas. De modo que ahí quedan, para quien quiera entretenerse con ellas un rato. Es lo que han constituido para mí: unos cuantos ratitos de entretenimiento.

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