Un hombre tiene derecho
a laborar donde quiera.
Levantar una frontera,
para que viva a despecho
de su anhelo, es grave hecho.
El campo no tiene puerta;
y la ciudad está abierta
para cualquier ser humano
que, con espíritu sano,
busca su mejor oferta.
Filed under: Decimanía |
Deja una respuesta