Desde siempre (Sócrates: «soy ciudadano del mundo») la inteligencia humana ha tendido a comunicarse, abrir caminos, construir puentes, borrar fronteras.
La torpeza humana ha preferido siempre lo contrario: cerrar pasos, recelar del forastero, mirarse el propio ombligo y cantar sus excelencias.
Filed under: A punta de pluma | Leave a comment »