Haber vivido no duele
ni duele llegar a viejo;
ni mirarse en el espejo
y ver a otro, que suele,
por más que nos desconsuele,
ser nuestro progenitor.
Nada de eso da dolor.
Lo que nos duele es un duende
que nos recorre y pretende
rendirnos con el terror.
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Antonio ese duende lo genera el hecho de no terminar de aceptar algo que es cosnustancial con nostros. Aquello de que «nacen, se reproducen y mueren». C’est la vie!!. Aquí hay que seguir los consejos de los estoicos. Al mal momento vital, indideferencia o buena cara.