En los próximos meses, si no años, no nos jugamos que gobierne un partido u otro, sino que nos estamos jugando la propia sobrevivencia de nuestro país. Que nadie se engañe, la separación de Cataluña sería el inicio de la desintegración irreversible de España, y también de Europa, como desean muchos. Varios Estados más surgirían con distintas ideologías y dependencias no precisamente proeuropeas. ¿Esto sería soportable? Por eso nos enfrentamos a la cuestión de Estado más importante de la democracia. Los partidos deberían dejar de lado sus rencillas y ponerse de acuerdo. Porque, de no ser así, ¿existirían ellos en esas nuevas naciones? Los partidos constitucionalistas tienen que poner orden, autoridad, respeto y convivencia. La separación, caso de que se pudiera producir pacíficamente, estableciendo un nuevo Estado de pureza étnica, nunca traería la paz, pues los conflictos de fronteras (siempre se habla de los países catalanes del sur, ¿y los del norte?) surgirían a continuación como sucedió hace muy poco tiempo en la antigua Yugoslavia.
César Antonio Molina, Aguantar y seguir. EL MUNDO. Hoy.
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