Hay que ver cómo amamos
a los buenos doctores
cuando estamos muy débiles,
cuando el alma se encoge
y el cuerpo, aunque resiste,
necesita soportes
para seguir la senda.
El médico da un toque
con su vara de sabio
y el cuerpo se repone,
retoma su andadura,
se considera joven,
y el enfermo, o el viejo,
se ve en perfecto orden.
De nuevo la alegría
le muestra su resorte,
y le canta: «Estás fuerte,
eres un alto monte,
no hay quien te derribe,
te igualas a los dioses».
Hay que ver cómo amamos
a los buenos doctores.
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