Por qué, si he de escribir algo,
en décima habrá de ser;
Por qué no lo sé verter
en soneto. ¿Ya no valgo
para avanzar como un galgo
por el llano de la prosa?
Me has dejado, musa odiosa,
encerrado en el corral
de la décima. Qué mal
me quieres, querida diosa.
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