Ayer, lunes 4, a media mañana, veo caminando al amigo JC; y, desde la bicicleta, le pregunto: ¿cómo no estás en el trabajo? Me contesta que es fiesta local en Víznar, por San Blas.
Dejo a JC y sigo pedaleando, mientras me acuerdo de que, efectivamente, mi señora había traído a la casa, el día anterior, unas roscas bendecidas por el San Blas de Otura. Por San Blas, la rosca verás.
Hoy, en la columna del admirado David Gistau, leo una anécdota relacionada con otro Blas, no el bendecidor de roscas y dispensador de lunes laborales: Blas de Lezo.
Se ve que alguien (o álguienes), con motivo de los Goya del cine, ha lamentado la inexistencia de una película protagonizada por este personaje histórico y heroico. Y yo recuerdo ahora que dejé a medias el libro que, sobre este marino de la armada española en el siglo XVIII, escribió Pablo Victoria: El día que España derrotó a Inglaterra.
Lo retomo y releo en la Introducción:
Blas de Lezo es un héroe muy conocido y querido de todos los colombianos pues, contra todo pronóstico, defendió Cartagena de Indias promediando el siglo XVIII, cuando una flota invasora puesta a la mar por Inglaterra pretendió conquistar la ciudad y estrangular el Imperio Español en América. En efecto, el 13 de marzo de 1741 asomaba sobre las costas de Cartagena, en el antiguo virreinato de Nueva Granada, la mayor Armada invasora que Inglaterra había puesto contra España. La comandaba el almirante Sir Edward Vernon. Los planes de los ingleses eran apoderarse de todo el Imperio Español de ultramar, estrangulando la yugular de la ruta del Tesoro Americano por Panamá y sometiendo la plaza amurallada, “Llave” de las Antillas; la idea era penetrar hacia Santa Fe de Bogotá hasta alcanzar los reinos del Perú. Era esta una nueva Armada Invencible […]
Tan segura estaba Inglaterra de su victoria, que mandó acuñar monedas para celebrar su triunfo; en ellas se leía: “La arrogancia española humillada por el almirante Vernon” y “Los héroes británicos tomaron Cartagena, abril 1, 1741”; grabado aparecía el Almirante inglés recibiendo la espada de Blas de Lezo, quien, arrodillado, la entregaba a su conquistador. Pero Inglaterra no pudo lograrlo. Se lo impidió este heroico general de la Armada, quien, tuerto, manco y mocho de una pierna -y por ello llamado medio-hombre– demostró que a quien los ingleses tenían por delante era todo un hombre y medio.
O sea -se deduce- un Blas con tres cojones. Lo mismo retomo ahora el libro y completo su lectura.
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