¡Vaya por Dios, por fin llueve!
Ya los pantanos están
tan tristes que apenas dan
lo que a penas nos conmueve.
Yo ya creía que, aleve,
el cielo cambió aguacero
por la pena de agua cero;
pero ya el cielo se apiada
y nos lanza su andanada,
su anda, nada, su venero.
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