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Candelaria

Ayer, en mi paseo matutino, vi algo que me resultó llamativo en la ciudad: una hilera de procesionarias que, saliendo de una zona ajardinada, atravesaba la acera y la calle; una calle de poco tráfico, pero no tan poco que no corrieran el riesgo de que algún vehículo les interrumpiera la procesión: en castigo por ir tan pegaditas unas a otras en estos tiempos de covid.

Hoy la procesión que toca es la de las candelas, día de la Candelaria, esta sí que supongo papalmente dispensada este año.

Aunque ninguna parroquia la celebre por los riesgos de contagio que pueda implicar, bien está que pensemos en la celebración de la candela, si no en su vertiente cristiana, con el pensamiento en la imagen de la Presentación del Niño en el Templo y la Purificación de su Madre, sí en su significado humano, en lo que supuso para nuestra especie el descubrimiento del fuego y las posibilidades de su uso con diversos fines.

También podríamos pensar en la candela o en el fuego como símbolo de la luz de la inteligencia, tan necesaria para una vida correcta, productiva y feliz.

Y en seguida, desde los recuerdos de nuestra niñez, como figura la más señera en materia de inteligencia o sabiduría, acude a nuestro presente el rey  Salomón, hijo de David, el que, cuando su dios, Jehová, se le presentó en sueños para ofrecerle el don que eligiera, a su dios respondió: «Da, pues, a tu siervo un corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo». Y Jehová le dijo: «Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí que lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú» (cito por la edición Reina Valera 1960).

De modo que, propongo, amemos la sabiduría (y su símbolo, la candela) como la amó Salomón. Y como no somos Salomón, nunca creamos que ya sabemos lo suficiente.