Anoche mi mujer y yo terminamos de ver esta serie de cuatro temporadas (cinco, pero a la 5ª no podemos acceder por ahora) que ha entretenido y amenizado nuestras veladas, a dos episodios por noche, durante una buena temporadita.
Tiene una bastante satisfactoria dosificación de componentes: acción y aventura, historia, magia, ciencia médica, personajes, paisajes. La acción comienza al final de la Segunda Guerra Mundial, retrocede hasta mediados del siglo XVIII, avanza en algún momento hasta 1968 y los primeros años de la siguiente década, y acaba, si no recuerdo mal, en 1771, cuando la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos está ya a las puertas.
El elemento mágico (los viajes en el tiempo son su principal componente) no impide la actitud colaborante del espectador, pues el desarrollo de la acción se atiene al principio de verdad suficiente.
Algunos pasajes, tanto de erotismo como de violencia, resultan un tanto prolijos. Los indios cheroqui parecen recién salidos del mejor instituto de belleza del siglo XXI, pero afortunadamente estamos en tiempos de comprender y de sentir que todos los humanos formamos parte de una única tribu. Y los dos sucesivos antagonistas (malos remalos aunque no los únicos malos) conservan un atisbo de su antigua personalidad: la de antes de pasar por unas experiencias tan duras que les ennegrecieron el alma hasta convertirlos en demonios.
La serie está basada en una saga de novelas, Forastera, de la autora estadounidense Diana Gabaldon. A la que veo en Wikipedia, en una foto de 2007, y, a pesar de que nació sólo un año después que yo, tiene un aspecto tan juvenil que me maravilla. No nos extrañe, por tanto, que pasen los años, e incluso las décadas, y Claire y Jamie, la pareja protagonista, mantenga su lozanía juvenil y su atractivo.
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