Las palabras profesión, profesor, profesar tienen un enorme atractivo para cualquier aficionado a la filología. No vamos a entrar ahora en orígenes o etimologías. Sólo diremos que, para un hablante de cultura media o estándar que se pare un momento a considerarlas, tendrán, en muchos contextos, una connotación religiosa: profesión de fe, profesar votos perpetuos.
Tampoco vamos a acudir ahora a la explicación etimológica de la palabra oficio.
Si yo tuviera que establecer a mi modo, desde mi extensa ignorancia, la diferencia entre profesión y oficio diría que el oficio se conforma con una entrega limitada: oficiar es ejercer una labor útil y remunerada durante un tiempo acordado. La albañilería y la carpintería son oficios.
Y, si tuviera que explicar lo que es el ejercicio de una profesión, diría que consiste en aplicarse a una tarea con una actitud vocacional no limitada por horario o por salario: con una entrega total. Como un monje, así un escritor, un compositor, un detective, un agente secreto, un militar, un científico.
El ejercicio así, como yo lo concibo, de una profesión no es adecuado para cualquiera, sino para aquellos que sientan íntima y fuertemente el impulso, la llamada, la vocación.
¿Tienen, quienes en tal sentido profesan, que renunciar a otras atracciones, dedicaciones, afectos, satisfacciones, pasiones de la vida humana? Evidentemente no. Pero sí posponerlas.
Y cuando hablamos de posponer esposa o marido, de posponer hijos o padres, de posponer novios o amigas, de posponer fines de semana o vacaciones, de posponer dinero o salud, estamos hablando de mucho posponer.
¿Adónde quiero ir a parar con esta diferenciación entre profesión y oficio? Quiero concluir que quien se entrega a una actividad humana en esta actitud vocacional, absorbente y total, debe ir siendo consciente de dónde se mete. Y quienes están junto a él, o ella, deben serlo también.
Un (o una) militar que no sea un mero chusquero debe tener bien asumida su disposición, en pro de su objetivo, para el sacrificio, para la entrega, para la pérdida. Disposición que su esposa (o marido) tendrá que compartir: el cónyuge deberá asumir tareas y sacrificios que no asumiría si fuera pareja de un fontanero o de una empleada de banca.
Y termino. El mundo progresa porque hay individuos que se entregan así a lo suyo: como Beethoven a su música, como Einstein a su ciencia.
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