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Elogio de la vid

Nota previa. Escribí estas líneas ayer; o sea, su borrador (quizá mejor su bolador, pues lo escribo con boli). Llegó la hora de ocuparme de otra faena (¡agrícola!) y tuve que dejar para hoy lo de pasarlo a esta pantalla. Lo digo para que no se asocie, por la fecha, a la lotería de Navidad, a la que hay tanta afición en España, sino que se asocie al día del solsticio de invierno, éste sí premio para todos.

Cuento y refrán. Uno de los primeros cuentecillos que llegaron a mis oídos infantiles, hace ya tantos años, fue el de que Cristo le preguntó a San Pedro, muy aficionado al vino, qué planta querría él que produjera dos cosechas cada año. A San Pedro, que ya andaba algo apipado, se le trabó la lengua y, por decir la parra, dijo la alcaparra. También, en el ambiente en que me crié (el ordenata me   avisa para que no ponga tilde a esta forma verbal, pero yo ni caso) sonaba con frecuencia el refrán “cada cosa a su tiempo y uvas en habiendo”. Un refrán que en esta familia a la que pertenezco ha permanecido vivo, hasta el punto de que, para mi esposa y para mí, las uvas son las en habiendo. Efectivamente, las uvas sientan bien a todas horas y en todas las estaciones del año.

Nombres. Ya han salido aquí dos para la misma planta: vid y parra. El segundo, el más extendido para el cultivo en altura, en parral, para la uva de mesa; y el primero más usado cuando su cultivo se lleva a cabo en la viña, y el destino del fruto, mayoritariamente, es la producción de vino. El nombre en latín, vitis, a mí siempre me ha parecido oportuno, acertadamente o no, relacionarlo con otros nombres latinos de mucha resonancia cultural, como vim, fuerza, vir, varón, virus, veneno, vita, vida. Añadamos otro nombre, el de la vid silvestre: la riparia. Sus frutos son pequeños y agraces, pero su vigor biológico hace que los campesinos la empleen como pie en el que injertar las variedades que les interesa cultivar. Riparia es un nombre muy latino (o mejor, un adjetivo, derivado de ripa), tan latino que nuestro Diccionario de la Lengua Española, el de las Academias, no lo incluye. Pero yo me pasé la infancia oyéndolo pronunciado por campesinos que no sabían latín o que, en muchos casos, nunca habían asistido a algo parecido a una sesión escolar. El adjetivo riparia, que está en la orilla, yo quiero pensar que le viene a la vid bravía de que se mantenía en la orilla de la viña cultivada, como protegiéndola, al mismo tiempo que a la espera para ser utilizada como pie en el que injertar.

Conclusión. No estoy acostumbrado a redactar escritos largos, de modo que tengo que poner ya salida a esta entrada. Mi conclusión es bastante predecible: no hay mejor fruto que las uvas, no hay mejor bebida para poner en una mesa que el vino (junto al agua clara). Pero, ya que estamos en una fecha tan próxima al día de San Silvestre, añadiré una segunda conclusión: no hay una forma más estúpida de comerse un gajo de uvas que la que solemos emplear en la noche del relevo de año.

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