Cada domingo, si me es posible, leo la página de David Jiménez, el actual director de El Mundo. Con interés y fruición, por supuesto.
El domingo pasado escribía sobre avatares relacionados con su afición futbolística desde la más tierna infancia: como si hubiera pasado directamente de la teta materna al balón de fútbol.
Lo cual me chocó en un principio. Aunque a continuación abrí un poco más los ojos y me dije: como todos los niños de España, si no del mundo, que también. Y como yo, que me crié en un lugarejo donde lo que veíamos más redondo era el casco de un mulo.
Así que, aunque yo, de mayor, me fuera distanciando de esa afición, no me puedo extrañar del furor futbolero, ni de que algunos clubes españoles se hayan convertido en algo así como la meca del fútbol.
No obstante, lo más frecuente es que me hinche las pelotas tanta hinchada. Y cuando el evento es una de esas finales que crean tanta expectación y tanta emoción, me suelo decir a mí mismo: ojalá pierdan los dos.
Creo que el deporte, especialmente el fútbol, ha invertido su función en la sociedad, nos ha vuelto a todos unos invertidos en el peor sentido de la palabra, y ha hecho de este país una muchedumbre decadente, indolente, que se desliza tontamente hacia su ruina.
Intento explicarme. La práctica de los deportes, sea o no el primero el fútbol, es un ejercicio educativo: debe entrenar a los niños y a los jóvenes en una serie de valores sociales y morales: el esfuerzo, la habilidad, la valentía, la colaboración, el respeto al oponente, la sencillez en la victoria, la entereza en la derrota, la honradez personal. Para que, acto seguido, esos niños y jóvenes se vayan a casa, al barrio, al aula, al trabajo, y apliquen esos valores en la convivencia diaria.
Lo lamentable, hasta no poder más, es haber dejado que todos esos valores languidezcan y casi desaparezcan en la vida real, por lo que hay que acudir periódicamente a esos estadios, campos o campitos donde, durante hora y media, parecen revivir, parecen llegar a nuestro organismo como un comprimido que nos ayudará a soportar nuestro mundo de miserias una semana más.
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