Mi pueblo es aquí el pueblo de mi buena infancia y el de mi mala juventud. Quiero, por tanto, decir que hablo de recuerdos, no de actualidad.
- Se usaba, cómo no, la forma recta, directa, de negar, que era decir no, o, en el contexto adecuado, nunca.
- Como en todo el territorio nacional, en mi pueblo el nunca se personalizaba con la expresión negativa “en mi vida”: En mi vida he visto yo / lo que he visto esta mañana: / un lagarto arar, / una gallina sembrar… Poesía popular que aprendí, casi antes de aprender a hablar, de mis hermanos.
- Para subir un par de tonos la antedicha expresión, se añadía un adjetivo: “en mi puta vida”.
- Como la pobreza suele llevar a un relativismo moral al que le van muy bien la socarronería y la ironía, negábamos muchas veces con el adverbio de afirmación: “sí”. Y en ocasiones, cuando el interlocutor era corto de entendederas, había que repetir la negación completándola: “sí pa que te calles”.
- Durante algunos, quizá no pocos, años, se puso de moda negar con la exclamación “¡hoja!”. Si tuviera que relacionar este extraño uso del sustantivo hoja, ¿con qué lo asociaría? Dos ideas se me ocurren. a) Cae una hoja de un árbol… ¡hoja va!; o sea, nada que merezca atención. b) Abreviatura de ojalá. –A esa tía me la follo yo cuando quiera. -¡Hoja!
- “¡Una polla!” Con este sintagma nominal convertido en procaz negación, entramos en el terreno de las negaciones más frecuentes. Tiene variantes, generalmente enfatizantes: “una polla que te comas”, “un pollón del quince y medio”. Ahora bien, como en la vida todos los caminos son de ida y vuelta, se encontró el regreso de sustituir esta especie de bofetada verbal por otra expresión que dijera lo mismo, pero con más suavidad. Para explicarlo tengo que contar una anécdota… Cuando llegan los calores del comienzo del verano, las codornices buscan comida y frescura en los campos de patatas, o de papas. Por ello, la gente que las oye cantar cree entender en su inarticulado graznido: “¡güen papal!”, es decir, buen patatal, buen campo de patatas… El caso es que hubo en el cortijo de Macairena, o de Maquirena, una codorniz rústica, o resentida por el mal pegujal que era su predio, o simplemente deslenguada, que sustituyó el agradecido “güen papal”, por el negativo despectivo “¡un pollón!” O sea, que, como un loro mal criado, había copiado la expresión a los lugareños más groseros. Lo cual permitió que los lugareños que no querían quedar como groseros, negaran con lo siguiente: “una cornicilla”, una codornicilla. Y lo que estaban diciendo era, evidentemente, que la codorniz de Maquirena respondía por ellos.
- Veo que debo acabar. Esta entrada se ha alargado demasiado. No me resisto, sin embargo, a añadir una penúltima negación, guasona entre las que más: “me lo contates” (me lo contaste). –Me dan mil duros por la mula en cuanto diga de venderla. –Me lo contates.
En fin, un pueblo incrédulo mi pueblo, que ha cultivado el arte de negar: el Neg-Arte. Lo cual se puede ejemplificar con aquella poesía, antes citada, la que yo aprendí de parvulillo, que comienza negando y acaba negando: En mi vida he visto yo / lo que he visto esta mañana: / un lagarto arar, / una gallina sembrar / y un ratón tirar tasquivas. / ¡No te lo creas, que es mentira!
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También había algunos que decían: en mi vida vide yo………………. .,
Por cierto y como otra anecdota de nuestros paisanos, Pedrico, más vecino tuyo que mio, cuándo vió por primera vez una media bañera que esperaba en la puerta de mi casa a que Manuel «el lucío» la instalara en el cuarto de aseo, le preguntó: «quillo, que digo yo que pa qué pollas es esta charquilla».
De esta famosa pregunta, sí me acuerdo. Pedrico era todo un personaje. También Falín, su vecino de enfrente, y, durante algún tiempo, su futuro yerno. Alguno de nosotros (tú mismo, que ahora tienes más tiempo) debería hacer un catálogo de anécdotas y frases célebres de nuestro pueblo. O estarán perdidas definitivamente cuando pasen unos años.
¡Cuídate!